DESPUÉS DE SEGOVIA (por Piero Bonaguri) Puede todavía la guitarra interesar a todos? -discurso en la Convención de Pontedera, Italia

Segovia solía decir: «El artista es un hombre como los demás y no debería nunca enamorarse de sí mismo, perdería irremediablemente algo… como los demás pero con un maravilloso don extra: y por ese don debe estar siempre cercano a cada hombre».

Es innegable que la carrera de Segovia ha tenido ese efecto sobre los demás: no solo se aseguró de que el mundo de la música se percatase de la guitarra, sino que también atrajo a muchas personas hacia la música clásica. Para resumirlo en la afortunada expresión de Oscar Giglia,  «la guitarra se ha convertido en un embajador de la música culta».

Pero creo que la clave de este acontecimiento universal debe ser visto como lo que nos puede parecer una paradoja: Segovia conmovió a todos porque mantuvo altísimos sus objetivos y nivel de estudio. De hecho, buscó la esencia del valor artístico que puede ser entendida por el hombre.

El artísta es un hombre como los demás y por eso debería estar cercano a todos de acuerdo con la definición de genio que leí: «El genio es el que expresa lo que otros no serían capaces de decir, pero que al oírlo  reconocen como propio».

La profunda conferencia de Carlos Andrés Segovia publicada por la Fundación Segovia en Linares sugiere  para entender la obra de Segovia  un itinerario de círculos crecientes  -como un zoom, del pequeño al mayor-  de la música a la belleza,  a la metafísica, al hombre.

Recordemos algunas de las frases del Maestro: «La música es un océano, los instrumentos son sólo islas», además también dijo: «los guitarrístas deben ser iluminados por el sol de la cultura». En una de las últimas entrevistas a Segovia en Milán en 1985, estando yo presente, fué preguntado: ¿que queda al final?  respondió:  «Al final queda la bondad».

Recientemente Filippo Michelangeli (*) dijo que los guitarrístas son gente buena. Pienso que puede ser debido a la persistencia de su personalidad que directa ó indirectamente nos ha atraído  a todos a la guitarra.

(*) Filippo Michelangeli es guitarrísta, compositor, editor y ganador de numerosos premios nacionales e internacionales, miembro de jurados de concursos internacionales y que en el año 2003 recibió el Premio de las Artes y Cultura (Palacio del Senado de Milán)

El éxito universal de Segovia también favoreció, como sabemos, el comienzo de un mercado de la guitarra, fué creada una demanda que justificó la oferta y por lo tanto la categoría profesional del guitarrísta. Así, en la onda de esta popularidad, la guitarra en el período de posguerra  entró en los conservatorios y aparecieron un enorme número de guitarrístas profesionales repartidos por todo el mundo.

Pero al mismo tiempo en el mundo de la música, contemporáneamente,  parece haberse caído más y más en ese «enamorarse de sí mismo» que tanto repelía a Segovia: lo veo en tanto tecnicísmo como fin mismo, un cierto enfásis analítico y filológico como fin mismo, en el intelectualismo estéril de tanta música de vanguardia hecha para si misma.

En este período digamos a partir de los años sesenta-setenta, los guitarrístas, bienvenidos a las programaciones oficiales musicales gracias al trabajo de Segovia, cometieron un error decisivo en mi opinión: cortaron con la tradición de la que venían y dejaron de referirse a ese «hacer musical» en sentido elevado y por consiguiente a ese público universal mencionado antes, pero a cambio intentaron mas bien adaptarse al estilo prevaleciente de moda, eligiendo caminos que en teoría los habrían equiparado a los otros instrumentistas y podrían ser aceptados como iguales,  pero que en la práctica han hecho perder audiencia minando su inserción en el mercado.

Por ejemplo, los guitarristas pensaron que era necesario  emanciparse del repertorio que ellos mismos sentían insuficiente comparado al  que interpretaban los otros instrumentistas. Recuerdo la controversia sobre las transcripciones: pareció obligado a toda costa  tocar el repertorio original y todas las piezas en su versión integral sin ser capaces ni querer  en términos absolutos, dar valor o probar música intelectual de algunos compositores contemporáneos que estaban de moda. Pero era como decía, el aire que soplaba en ese momento; recuerdo la caústica observación del gran compositor Niccoló Castiglioni: » La moda de las ediciones integrales es síntoma de la incapacidad de elegir lo que realmente tiene valor».

La tendencia a superar la «anomalía» de nuestro repertorio se reconoce incluso en la presentación de los programas de estudio de guitarra en los conservatorios italianos. En mi opinión, sigue siendo un buen programa, pero denota que hay un deseo de ser, como se dice ahora, políticamente correcto, por ejemplo en la eliminación de todas las transcripciones salvo cuando procedan de laúd, vihuela o guitarra antigua, aunque muchos colegas ni siquiera admitirían éstas.

También  estas elecciones (que corren paralelas comprensiblemente a un cierto pero homologado  abatimiento interpretativo) son verificables de otra manera:   un famoso concurso de piano o violín creo,  recientemente ha cerrado diciendo haber perdido su función desde que un ganador ha llegado ha ser indistinguible de otro.  El guitarrísta comenzó a perder su audiencia, esa audiencia añadida que Segovia había ganado con la guitarra.

Entonces,  en la temporada de conciertos que antes se invitaba a guitarrístas porque  «llenaban la sala», se ha caído en que la cambiante situación de su presencia en la vida musical tradicional se ha convertido en mucho mas rara (en este sentido estoy de acuerdo con el análisis realizado por Filippo Michelangeli en un editorial de «Seiscorde» hace algunos años).

   Mientras tanto, los guitarristas fueron creciendo y multiplicándose, se convirtieron en una zona de gran atracción para  aquellos que sobresalían en la enseñanza y la edición. Así que, yo diría desde los años ochenta, el segundo error de nuestra «gran escena» fué el de creer que para poder sustituir la apertura universal de la que había caracterizado el auge de la guitarra (apertura, recuerdo, efectuada de dos maneras: la apertura de la guitarra a la cultura, a un mundo del alza en los valores, y, al mismo tiempo, la apertura a todo el mundo trayendo la belleza de la música clásica a todo el mundo) con un cierre de la guitarra sobre sí misma y con un mercado interior, compuesto por aficionados a la guitarra, un poco como en la época anterior a Segovia aunque con muchos mas recursos técnicos de todo tipo (desde el nivel de técnica de la guitarra, no obstante  aumentado enormemente gracias a la facilidad de publicación de grabaciones y partituras, a la facilidad de las comunicaciones y de organización de eventos…)  nos resignamos a ser un pequeño nicho en el interior de otro nicho un poco mas grande de los amantes de la música clásica:  – «la guitarra ni siquiera interesa a otros músicos, imagínate si puede interesar a los demás»- dijo alguién recientemente, sin embargo muy activo en la organización de eventos de guitarra.

Con la llegada del final del siglo veinte, una vez que el intelectualismo reinante ha pagado el precio (y la guitarra una vez mas, ha seguido la tendencia) hoy vemos en oposición a un mundo musical enrocado en una defensa excesiva de la torre de marfil de una «academia»,  a una emergente burbuja instictiva y de pensamiento débil. Este contraste también se observa entre los guitarrístas; basta pensar en el fenómeno de algunos compositores de guitarra con su música entre la de transición  y vanguardia; tangos de todos los rincones y  por todo el mundo  -he actuado en cincuenta países y la estandarización que he visto es impresionante-

Hoy en día el mundo de la guitarra es esencialmente un mundo con demasiada frecuencia auto-referencial, dónde el guitarrísta no tiene ya como interlocutor al público, («cercano a todos» como dijo Segovia) pero si a los otros guitarrístas y a lo que dicen las revistas y foros especializados; y si se abre al mundo, lo hace en términos de populismo musical y de compromiso con la música de consumo. Esto entonces tiende a perpetuarse, porque, ¿que hace un joven guitarrísta que quiere estar al tanto de lo que está pasando? Probablemente se suscriba a una revista de guitarra, la mas conocida y a los mas famosos festivales y concursos: ¿y qué encuentra? un mundo de celebración encerrado en sí mismo, una parcela con sus héroes y sus modas (la presencia de la guitarra en importantes contextos musicales, cuando ocurre, no es probable que no encuentre eco en estos ambientes, por ejemplo, el intérprete o el compositor en cuestión -tal vez objetivamente importantes- no están entre los nombres que «circulan» en la escena.

Par mí  que suelo actuar casi siempre para una audiencia de no-guitarrístas  la diferencia es impresionante; por ejemplo, hace poco toqué en un festival de guitarra en Ciudad de Mexico y luego  justo después,  interpreté el mismo programa en San Francisco para un público «normal»:  parecían dos universos paralelos que no podían comunicarse entre ellos.

Aunque en la actualidad  parece animado, vital y lleno de iniciativas, es como si el mundo de la guitarra  a causa de esta ruptura con su tradición hubiera socavado su base  y que fuera por este motivo un «gigante con pies de barro».

Existe una mordaz observación respecto a esto que he leído hace poco en el método de F.Sor y que bien  podría ser aplicada a día de hoy:  «Lo que se consideraba dominio del instrumento fué precisamente lo que impidió su logro»  (Sor, Método)

 Es una frase difícil, pero voy a aclararlo un poco con otro ejemplo: Hace poco uno de mis alumnos y yo fuímos a escuchar un concierto en un un festival de guitarra. El público se había vuelto  loco, pero mi alumno  comenta  a una persona entusiasmada que aplaudía  a su lado:        » pues a mí no he ha dicho nada»  y la persona le contesta:  «en efecto, pues es verdad».  La misma razón que le había hecho aplaudir le había impedido darse cuenta de que faltaba algo.

Para mí el encuentro con Segovia ha sido una revelación que ha puesto en marcha un proceso de pensamiento en continua evolución;  estoy seguro de que la guitarra  «sigue adelante» como el mismo Segovia me dijo la última vez que lo encontré en Madrid, que esperaba que ocurriera éso  después de él,  que siguiera avanzando.

El problema hoy, por referirme a la algunas veces reaflorante tormenta  no es si existe o no el nuevo Segovia;  si seguimos avanzando, cada uno puede en ese camino de apertura cultural y por lo tanto abierto a sus experiencias, romper o no con la tradición.

En cuanto a mí mismo, tengo la intención de que toda mi actividad profesional sea un intento de retomar esta tradición de la que he hablado.         Esto implica hacer algunas cosas que hoy se ven poco, en primer lugar -sin dar nada por sentado-  preguntárse uno mismo: «¿qué me dice esto a mí?  y a continuación:  ¿qué puede decir por tanto a todo el mundo?.   Recuerdo una frase del sociólogo checo Belohradsky que decía que la tradición europea significa no ser capaz de vivir  mas allá de la conciencia reduciéndola a un aparato anónimo… ;  una investigación absolutamente personal, una comparación atenta y personal con la gran tradición de composición y el rendimiento del pasado hasta nuestros días,  la conciencia crítica del valor de nuestro repertorio que es extremadamente variado en relación a nuestras necesidades.

Una de las cosas que estoy haciendo en el sentido del que hablo es la propuesta de un programa, vamos a decir de tipo popular, que relacione la historia del arte con la música. Es un programa que ha sido muy solicitado: lo he hecho unas cien veces en los dos últimos años yendo casi a cualquier sitio, desde escuelas a universidades, centros culturales, en el intento de contribuir a tomar de nuevo la música para todos, y los resultados son muy alentadores.

Como complemento he elegido tres ejemplos, cada uno significativo a su modo: una transcripción segoviana de Mendelsshon, una pieza escrita para mí por Gilberto Capelli, gran compositor que ganó el premio Abbiati y que escribe piezas breves para que incluso puedan ser escuchadas por un estudiante, y una de mis transcripciones de la obra de John Cage titulada  «A room».

Después espero sus comentarios para  un diálogo que continuaremos mas tarde.

Gracias a todos.